"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



jueves, 9 de septiembre de 2010

Mujer hiedra

Anoche sentí tanto y tan intenso, que hoy desperté incapaz de sentir nada más que un dolor intenso en mis entrañas...como si hubiera hecho mil abdominales de tirón.



"Nuestra vida es tan intensa que cada hora vale por un año" dice Massimo Mastretti.



Es agotador pero promesa ser así, se echa y se recibe mucha energía, aunque haya ratos de vacío.



Mi intensa noche estuvo acompañada por un intenso sueño, con magníficos claro-oscuros, que iba más o menos así:



Ví cómo una mujer muy parecida a mí, encontraba un sauce llorón fuera de lugar, dentro un bosque rodeado de pinos altos y esbeltos. Aquel frondoso árbol de tupidas ramas, dejando caer el aguacero verde de sus hojas hasta el suelo, sobresalía y atraía a los paseantes con un indescriptible húmedo magnetismo.



La mujer se dejó arrastrar por su fuerza hasta estrellar su pecho contra su tronco áspero, rugoso y fortísimo. Sus pechos se acomodaron entre el grabado estriado de la corteza, despertando con placer a su caricia de lija. El vientre y las piernas comenzaron a sangrar por el impacto cortante de la atracción. El ardor le subió por la piel hasta humedecer sus ojos. La gravedad reclamó su primacía y le hizo caer de golpe, a un suelo suave, fresco y húmedo, tapizado por las muchas hojas que esos días había llorado el sauce. Se hizo un colchón con ellas para descansar y el árbol la cubrió con llanto, para que no pasara frío.

El viento vibraba entre las hojas del gigante y lo escuché cantar toda la noche al ritmo del clima que variaba conforme avanzaba la luna hacia el sol. Melodías vivaces para las horas cálidas; melodías inquietantes para las horas templadas; dulces, en los ratos más fríos de la madrugada.



La mujer se quedó dormida al arrullo de la música y cuando despertó, una trenza de ramas tiernas, le ataba por la muñeca izquierda a uno de los brazos bajos del captor. Era lo suficientemente larga para permitirle explorar los alrededores y lo suficientemente corta para que no pudiera perderla de vista. Las heridas en su piel sanaban cubiertas de costras abultadas, reproduciendo la trama de la corteza del sauce, marcándola como si le perteneciera.

El atado simulaba un brazalete y el enorme árbol, lo había adornado con flores violetas para embellecer su brazo; pero algunas de las ramas tenían espinas y la pinchaban al moverse, haciendo brotar perlas rojas de su piel, que le resbalaban por la mano en diminutos ríos que se cruzaban y se fundían unos con otros, hasta tatuar una telaraña a medio tejer, por encima de los dedos.

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El sauce y la mujer se fueron descubriendo de a poco el uno en el otro, hasta lograr comunicarse con el pensamiento.



Algunas veces mientras la chica magnética recorría los alrededores del bosque, recolectando semillas y descubriendo las riquezas de aquella tierra, una sombra la traspasaba haciéndola estremecer hasta la médula. La vista se le nublaba y el interés por lo que hacía tornaba en ansías por regresar a su cama de hojas, cerca del tronco del árbol que la tenía ataa a sí.

Desandaba sus pasos con prisa, conteniendo el aire hasta que sentía la brisa húmeda con la que el sauce le acariciaba la piel.

Respiraba profundo en cuanto encontraba aquel abrazo mojado de hojas verdes y su cuerpo dejaba de temblar por fin. Siempre escondía la cara para que el milenario criminal no pudiera disfrutar los efectos de su seducción, pero se le sentaba muy cerca de la base del tronco, para sentir la corteza afilada herir su espalda.



Conforme pasaron los días, un surco se formó en la parte baja de ésta, hasta que su cuerpo se hizo uno con el tronco del árbol; ya no lograba diferenciar qué parte era suya y que parte era él y cada vez se le volvía más difícil separarse de su lado. Una noche despertó presa del pánico, se miró a sí misma tratando de reconocerse pero la oscuridad de la noche le hacía imposible ver sus extremidades… se llevó las manos a los pies para recordar cómo eran, y los encontró tan cubiertos de tierra, lodo y hojas, que con trabajo se distinguía su forma humana. Lo mismo pasaba con el resto de sus piernas, sus nalgas, la espalda surcada, las manos llenas de hiedra y costras, los brazos cubiertos de enredadera. Una piedra filosa estaba al alcance de su mano y con determinación la tomó y empezó a frotarla contra la trenza de ramas que le ataba al Sauce hasta liberarse. Corrió despavorida por el bosque tratando de encontrar alguna ruta que la llevara de regreso al mundo de los hombres.



Un intenso gemido de dolor estremeció el bosque y el viento fortísimo empezó a soplar haciendo sonar cada una de las hojas del intenso follaje del árbol captor. La lodosa fugitiva sintió un pinchazo en las caderas y empezó a elevarse entre ramas y hojas que la arrastraban por el aire de regreso al centro del bosque con increíble fuerza. Agitaba las piernas simulando correr, en un desesperado esfuerzo por volver a ser libre mientras un llanto angustioso rompía su pecho, contrastando con la cálida exitación que burbujeaba en su vientre al contacto del áspero abrazo ya conocido.



Todo el follaje del sauce se hizo un nido para abrazarla, estrujando su informe cuerpo contra el mero núcleo de vida de aquella bestia verde, aprisionándola hasta quitarle el aliento, traspasando toda su piel con punzantes aguijones que hicieron que savia y sangre fueran una.

Las hojas del sauce se tiñeron de negro y el centro de su tronco, de copa a base, se quedó marcado de borgoña. La melodía de sus ramas se hizo un sensualísimo jazz inmutable y a los pies de su raíz más voluptuosa, apareció un durísimo trozo de corteza, con forma de mujer.



 

1 comentario:

  1. Tu sabes que nosotros también estamos de 200 años, justo hoy, 18 de septiembre. El otro día llamé a mi hermano y me dijo, no te escucho bien, estoy en una fiesta de celebración del bicentenario de Mexico, Mira, me dije yo, se nos adelantaron por unos días. En todo caso a mi esta huevada del bicentenario me da una soberana lata, me importa realmente nada. En fin lo que yo quería decirte Chiu era sobre tu comentario, me gustó mucho, a pesar que hay historias que pueden contradecirla:
    "Yo conozco una historia potente de un artista visual idiota,( el se hacia llamar así), que se enamoró perdidamente de una mina, perdió la cabeza por ella. El acéfalo del amor le decían. Lo dejo todo por ella y lo dejaron a él, enloqueció de amor.
    El otro día cuando fui a la costa central, lo divisé vagando a la deriva por la auto-ruta."

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