"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



lunes, 6 de septiembre de 2010

Musa negra

Yo tuve claro que lo que quería hacer en la vida era escribir, más o menos un mes después de dejar el convento, mientras acompañaba a mi madre en una de sus visitas al hospital. Pero fue hasta hace unos cuatro meses, que conseguí romper el pánico escénico y soltarme a crear con la pluma; para ser precisos, unos treinta minutos después de terminar de leer “El Pibe que arruinaba las fotos” de Hernán Casciari comencé la primera entrada de este diario.



Desde entonces, mi pluma no paró hasta que hace dos semanas,  le llegó la sequía creativa. Cuando logras encontrar los medios para expresar tu alma, descubrirte de nuevo torpe y sin chispa para utilizarlos, si bien no causa angustia, lo deja a uno con una sensación inconforme de estar perdiendo el tiempo. No es lo mismo pasar tres noches sin dormir creando, que pasarlas tratando de crear sin conseguirlo. Son estos momentos de infertilidad los que nos fuerzan a reinventarnos, incrementan la paciencia y hacen voltear nuestra mirada hacia las musas.

Las musas andan flotando siempre en el aire, pero si no sabes descubrirlas con la mirada adecuada, no te regalan sus chispas de inspiración. Hay que saber cortejar y complacer a las veleidosas diosas del arte para recibir sus dones. Algunas veces hasta habrá que rogar su intercesión para que cedan, pero nunca hay que albergar duda ni desesperanza, más pronto que tarde, la creatividad despierta y la vida sigue fluyendo en nuestras obras.

Anoche mi musa apareció por fin en medio de mi habitación a eso de las tres de la mañana. Venía vestida de negro, me despertó con un susurro suavísimo y antes de incorporarme para saludarla, me pidió que por favor fuera paciente y guardara silencio. Una lucecilla blanca, pálida y casi agonizante cintilaba entre sus manos, pero sólo me la descubrió cien segundos más tarde. Me invitó a seguirla en un recorrido gótico por pasajes de ultratumba, en los que masas de oscuridad nos absorbían y expulsaban de nuevo al sentir la luz que mi musa portaba en las manos. El negrísimo camino fluía tan suavemente, que nunca apoyé mis pies en el piso, flotando iba tras ella dejándome sorprender por los contrastes que el trayecto sacaba a mi encuentro.

Nunca la oscuridad fue tan negra ni la luz tan blanca y no bien terminó el recorrido la musa se esfumó. Me dejó de nuevo en mi cama, exhausta por los contrastes de nuestro encuentro y me dormí tranquila por primera vez en cuatro noches.

Desperté tres horas más tarde apenas con tiempo para ducharme y correr al trabajo. Al saltar de la cama, me sentí de nuevo liviana, la carga de la inconformidad que arrastraba los últimos días, ya no me era lastre y una cosquillita en el pecho me robaba la sonrisa. Las manos andan inquietas y vamos a dejarlas ser, a ver ahora con qué mafufada salen.

La mirada ágil, el oido atento, nunca sabes tras qué sombra la musa te espera.




4 comentarios:

  1. Hay diferentes formas de escribir, a mí por más que me visiten las musas, no podría escribir una poesía, por ejemplo :D

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  2. LAS MUSAS VIENEN Y VAN PERO TU TIENES POTENCIAL PARA ESCRIBIR Y GRANDES VIVENCIAS QUE RELATAR... UN BESO GRANDE!!! ADA

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  3. tu siempre tienes algo interesante que contar, no creo que te quedes sin musas:) que la pases bien. Lunita

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  4. Realmente no creo sea desde hace 3 ó 4 meses que te hayas animado, realmente siempre lo has hecho (como olvidar tus CBVR´s)esto para ti es como los atletas olimpicos, con el tiempo es mucho mejor tu desempeño. Besos y abrazos.

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