"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



lunes, 21 de febrero de 2011

Ni pa´trás ni pá delante

A pesar de mi pacto de respeto inamovible a mi felicidad y profundo compromiso por la responsabilidad única de hacer florecer mi vida, las siete semanas que han transcurrido de este 2011, las he pasado con una espina bien clavada en el alma.
Las calles de mi país se salpican de sangre, pobreza y la eterna injusticia social que permea la historia de mi pueblo desde época precolombina.
Entender por qué las naciones somos como somos, es más dificil aún que comprender el inicio de la creación.  Dicen que las condiciones climáticas imprimen su huella en el carácter colectivo de los pueblos, que si la posición de los astros o las fallas tectónicas. La historia...
De todas estas posibles causas, la más lógica quizás sería la última. Los seres humanos somos seres históricos, animales de costumbres y hacedores de tradiciones. Nuestras condiciones corporales nos predeterminan a establecernos y nuestros recursos para "marcar" nuestro territorio, son mucho más ingeniosos y variados que un cerco de orines.
Marcamos el terruño y es esa maraña de diferenciaciones las que crea la identidad cultural de los grupos humanos. Con cada marca la historia, con cada historia la costumbre de actuar o reaccionar de una u otra manera.
Sin embargo, este análisis sobre cómo crean los hombres sus historias, echa por tierra, al menos parcialmente, la justificación de que las naciones toman su carácter de su historia. Si esto fuera cierto, ¿por qué se optó en primera instancia por tal o cual marca de diferenciación grupal? 
Contemplado desde esta perspectiva, el peso de las condiciones climáticas y ambientales en su conjunto, parece tener mucho más valor, pues estas precedieron a los signos en cadena, que provocaron los acontecimientos a los que denominamos historia de los pueblos.
Para algunas naciones la huella del elemento climático es clara y contundente: Los pueblos mercantes del desierto adquieren su inconfundible pericia para moverse al ritmo de las oportunidades, de esa agilidad obligada de huir de los rayos asesinos del sol desértico.  Igualmente el rayo gélido marca el inconfundible carácter nórdico, siempre haciendo gala de su fiereza como moneda de cambio, para habitar las tierras menos inhóspitas de los reflexivos habitantes de los valles, célebres por los descubrimientos de sus cavilaciones, pero de menor fortaleza física para enfrentar batallas en condiciones adversas.
A mí me gustaría encontrar cuál es la huella climática que ha marcado la personalidad de este mosaico multicultural que es mi país. Al parecer los climas templados desdibujan las líneas de diferenciación, porque no logro descifrar por cuál de todos nuestros climas, los mexicanos somos como somos.
Atención, que no es que no quiera a mi patria, pero hay ratos que me asfisxia esta eterna realidad ambigua de "ni pa´atrás ni pa´delante". Me pareciera hundirme en un pantano de mediocridad, estancado y pestilente. Y por más que los abundantes lirios que crecen en él sean de singular hermosura, la base está mugrosa.
Soy de un pueblo aguacatero en el cual sus mayores picos de florecimiento económico, se dieron por causa del comercio de narcóticos prohibidos.... los ilustres aguacateros de mi rancho, a pesar de su duro esfuerzo, nunca pudieron igualarse en números. Cuando empezó a suceder el "rico" fenómeno, muchos creyeron buena idea treparse a la ola y aprovechar la "derrama económica". Hoy es mejor no decir que soy de dónde soy, porque invariablemente recibiré una mirada de escrutinio cuando bien me vaya, si no es de frontal desaprobación.
A estas fechas vivo en una ciudad turística de un millón de habitantes, en la que siempre me ha ido bien, sin embargo mi realidad es una excepción. El setenta por ciento de este millón que somos Cancún, vive en condiciones de pobreza o pobreza extrema. 700 mil de un millón. Tenemos uno de los índices más altos de suicidios del pais, fenómeno provocado a decir de los estudiosos, por la frustración cortante que sufre el individuo que pasa 50 horas semanales trabajando en un hotel de lujo en el que se tira todo lo que no se consumió en un día, y debe ir a dormir a una casa-cuarto, con un refri vacío, en una calle lodosa y pa´colmo, muchas veces, solo.
De delitos sexuales ni hablamos, en este pueblo los "Kalimbazos" se dan más de veinte veces al día, delitos que todos sabemos son principalmente manifestaciones de frustración y enojo expresados de la forma más vil, contra quien se deje, pues los que la llevan no distinguen edad ni sexo.
Junto con pegado, los ajusticiamientos con motivo de conflictos mafiosos, alcanzan niveles de brutalidad bien conocidos por todos los mexicanos actuales, dado que estos espectáculos son el pan nuestro de cada día en cualquier estado de la república. (Para gran conveniencia de los medios de comunciación, que ahora venden lo mismo que un períodico amarillista, sin perder el "prestigio")
A ratos pienso que nuestra celebración de la muerte, ha cambiado su colorido folklore por una manifestación rastrera y lúgubre, digna de la más Göre película de terror sadomasoquista.
Y la verdad, no me extraña ni tantito, como dice el tío Manolo, la injusticia social grosera e insultante que hemos amasado desde época precolombina en este país, se anunciaba desde siempre como una bomba de tiempo que irremediablemente tendría que explotar, lo único que no sabíamos era cómo.
Lo grotesco del asunto, es que todos mantenemos nuestra "climática" costumbre de hacernos pendejos echándonos la bolita, con el inconfundible, "naco el de al lado pero nunca yo".
El presidente fraudulento, el funcionario cínico, el militar amafiado, el policía prepotente, el tránsito corrupto, el narco sanguinario, el violador desquiciado, la puta mula, los indios ladinos,  el inversionista explotador, el ambulante evasor y todas las lacras que nos hacen llevar este país a cuestas, son así porque son una bola de nacos. Fórmula mexicana perfecta para lavarse las manos y fomentar nuestra huevonsísima indiferencia, madre de lamentaciones esteriles e ingeniosos chistes.
Es bonito vivir en México, el sol te acaricia casi todos los días cada cinco pasos.... Es doloroso también, porque la pestilencia de nuestro "no hacer nada", te abofetea los cuatro pasos que hay entre medio.

1 comentario:

Y tu, ¿qué cuentas?