"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



domingo, 9 de noviembre de 2014

El amor.. ese ingrediente olvidado

Dicen que un buen chef, sólo usa de base cebolla para una nueva receta, cuando se siente inseguro o pasa por algún conflicto, desconozco si eso es preciso, pero cuando reflexiono sobre el curso que terminó tomando la llamada "liberación femenina" y sus interesantísimas repercusiones en la realidad social de hoy en día, no puedo evitar pensar, que posiblemente nos excedimos en la cebolla, es decir, se nos pasó de miedo el guiso.

Y es que el enojo también es una forma de miedo."En mayo de 1972 en el día de la madre, unas doscientas mujeres vestidas de niña marcharon por los Campos Elíseos detrás de una Madre triste y sacrificada; la consigna era: Festejada un día , explotada todo el año".  Con mucho enojo se inició esta revolución que pretendía como fin último la"la igualdad de DERECHOS entre varones y mujeres, así como cuestionar la dominación y  violencia de los hombres sobre las mujeres y la asignación de roles sociales según el género". La idea era pues, dar peso civil a la presencia femenina en la sociedad, así como la capacidad de elegir libremente su función dentro de la misma. Aquí la pregunta del millón es ¿POR QUE ELEGIMOS EL ROL DE HOMBRES? ¿ En qué minuto decidimos que la única forma de ganar poder en una sociedad que nos alienaba, era pensando como hombres, hablando como hombres, actuando como hombres, trabajando como hombres e incluso hasta vistiéndonos como hombres? ¿No es eso en realidad contrario a la defensa del espíritu femenino? ¿No es esa opción, la mayor muestra de violencia contra la naturaleza femenina? ¿Más aún, no era innecesario para lograr libertad de elección sobre nuestras carreras o estilos de vida?. Desde donde yo lo veo, es como decir, "HEY USTEDES TIENEN RAZÓN, SER MUJER ES MALO, POR ESO AUNQUE NAZCO MUJER ME COMPORTO COMO HOMBRE PARA SER VERDADERAMENTE PODEROSA!!"  Desde donde yo lo veo, es machista y hasta misógino.

Quizá la muestra más evidente de esta perdida de rumbo en la lucha por dar valor al ser femenino, es lo poco que hemos logrado en cuanto a igualdad de derechos y erradicación de la violencia género. Sin embargo, esta confusión no es ajena al curso natural de casi todas las revoluciones sociales, ya que la gran mayoría se gestan y toman impulso en base a la rabia o frustración acumuladas por la discriminación o los atropellos. Esa furia que da valor para emprender la batalla, a menudo ciega, emborracha y aleja del verdadero sentido de los movimientos tenían. Es ahí donde mi voluntad se inclina a dar la razón a los principios del budismo y otras corrientes orientales, donde se manifiesta que la única forma certera de generar un cambio social de amplio alcance, empieza por un trabajo interior comprometido y responsable, un viaje interno que nos permita liberar nuestro poder individual, lejos del reproche, la culpa y la rabia; apegado a la constancia, la paciencia y el compromiso. Y es que tiene sentido, pues la única forma de conocer el poder, es conocerse a sí mismos. En el caso preciso de la lucha por el reconocimiento de la identidad femenina, seguramente podríamos lograr más, si nos adentráramos a conocer la maravillosa fuerza de nuestra identidad como género y amarla en plenitud. Estoy segura que debe haber mucha mayor riqueza que aportar, desde la grandeza liberada de nuestro ser femenino, que desde la imitación o transmutación de nuestra identidad femenina por una auto impuesta identidad masculinizada, supuestamente más poderosa.

Llego a sospechar que este confusión que nos ha causado el querer imitar al hombre para ocupar sus espacios de poder, que no para hacernos más fuertes, no ha logrado otra cosa, que el empobrecimiento de nuestra realidad social. Un empobrecimiento lamentable que nos llevará bastante tiempo reparar, porque habemos muchas mujeres en este mundo, que aunque ya nos hemos dado cuenta de la falacia que aquí comentamos, ya no tenemos muy claro en qué consiste nuestra naturaleza femenenina ni cómo conectar con ella. En lo personal tengo el anhelo de lograrlo y estudio las posibilidades para llegar al centro de mi poderosísimo ser femenino. Me entusiasma hacerlo por mí, por mis hijas, por todas las mujeres que cruzan mi historia y por lo mucho que podemos aportar a este mundo desde nuestra verdadera esencia. 

Tengo la ilusión de descubrirme cada día, disfrutar mi riqueza femenina y amarla, hasta conseguir un efecto cadena de orgullo esencial por nuestro género. ¿Se podrá?



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