"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



viernes, 11 de marzo de 2011

Japón

Trabajar vendiendo joyas, es una experiencia fascinante que te permite estar en contacto continuo con creaciones maravillosas, objetos del deseo de un mundo de personajes, algunas veces tan fascinantes como la pieza misma.
También es un negocio riesgoso, pues manejas todo el día objetos de gran valor, fuertes sumas de dinero y en cada venta eres vulnerable a un plagio o un fraude o simplemente un error fatal al hacer el cobro.
En los tres años que tuve la fortuna de trabajar en Cartier, no hubo uno sólo de los que conformábamos el equipo de ventas, que se salvara de ser víctima de alguno de estos riesgos. Todos sin excepción perdimos alguna cantidad de dinero, grande, muy grande o grandísima, como producto de algún fraude, robo o error de cobro. Momentos amargos que todos queremos borrar de nuestra mente sin éxito.
Sin embargo hay un historia, que a pesar de angustiante principio, tuvo un final muy feliz e inesperado.  Le paso a la Barbie del equipo, una simpática compañera que se distinguía por ser la más sexy, la más competitiva y la más tenaz en su labor de venta. Siempre era puntera en las ventas junto con el Shiu mayor. Una verdadera maestra en el arte de seducir a la gente para comprar lo que no necesitaba y en cierres de ventas contundentes, en tiempo récord.
Amante de la velocidad, así como era rápida y precisa para matar a su oponente, solía acelerarse sobremanera a la hora de realizar sus cobros, especialmente si se trataba de clientes extranjeros, pues a menudo el cobro ameritaría una llamada al banco emisor por lo que el factor tiempo era crucial.
Así fue como una tarde convenció a una distinguida señora japonesa de comprar una pieza de joyería, misma que se apresuró a cobrar para no retrasar a la dama, en su llegada a la cena familiar. Treinta minutos más tarde, la señora nipona lucía brazalete nuevo en un restaurante cancunense de moda y nuestra Barbie saltaba de contento por haber cerrado su quinta venta del día.
Tres horas más tarde, nos dispusimos a cerrar la Boutique y llegó el momento de realizar el corte de caja, con tan mala suerte, que descubrimos que Barbie había cargado en pesos mexicanos, lo que debió cargar en dólares americanos. Es decir, había regalado a la japonesa, el noventa por ciento del valor de la pieza que le había vendido.
Gritamos, lloramos y berreamos de la desesperación, pero de nada nos valió. Sólo un toque de solidaridad profesional para preparar a nuestra rubia estrella a pasar los siguientes doce meses, pagando en dolorosísimas mensualidades, su lamentable error de cargo.
Un  año pasamos escuchando un agudo lamento cada día quince de mes, cuando al recibir su paga, Barbie veía disminuir su ingreso bajo el concepto CxC, la línea maldita de cualquier recibo de nómina.
Todos respiramos con alivio cuando el doceavo mes llegó y el martirio financiero de la sexy rubia terminó. Cual sería nuestra sorpresa, cuando quince días más tarde, vemos entrar a la memorable dama nipona por la puerta de la Boutique. Se acercó al counter de bienvenida y preguntó por Barbie. La chica terremoto salió dando tumbos de la oficina al reconocer la voz, pero no alcanzó a terminar el saludo cuando escuchó que la clienta decía:
- Barbie, nunca me cobraron el brazalete que me vendiste. Algo pasó que sólo me llegó un cargo por 115 dólares. No había podido venir antes pero vengo a pagarte.
Todos los presentes temblábamos de la emoción, sin dar crédito a lo que estábamos presenciando, mientras Barbie se deshacía en torcidas reverencias, tratando de demostrar su infinita gratitud.
Ambas tomaron asiento, mientras dos de nosotros corríamos a la cafetería para ofrecer a nuestra huésped algo con qué refrescarse y los otros dos asistían a Barbie con el cobro, por si aquello de la emoción llegaba a ofuscarla de nuevo.
Mientras el nuevo cobro se procesaba, la señora nos proporcionó detalles para satisfacer nuestra curiosidad. Resultó ser que no tenía planeado viajar ese año a México, pero al darse cuenta de la falta de cobro, y no lograr encontrar el teléfono de nuestra boutique para ver la manera de procesar el pago a distancia, decidió optar de nuevo por nuestro destino para poder liquidar su deuda.
En resumidas cuentas, recorrió 11,300 km de distancia, pagó 1400usd sólo de boleto aéreo y cambió su destino de vacaciones siguiendo la voz del honor.
A pesar de lo mucho que viajan los japoneses, Cancún sigue siendo para ellos un destino lunamielero. Los turistas nipones no son afectos a los baños de sol, hacen la visita por conocer el mar y la selva o simplemente vivir la experiencia de un viaje tan largo. Somos su viaje de una vez en la vida para acabar pronto y dimensionar con exacta perspectiva la magnitud de la honorabilidad de este gesto.
A partir de esa fecha, todos en la boutique rezábamos para que si alguna vez nos equivocábamos al hacer un cargo, lo hiciéramos con un honorable cliente japonés, nuestros consentidos para siempre.
En este día de dolor y prueba para esa hermosísima nación, atesoro este grato recuerdo y rezo por que esa herencia de honor y fuerza que desde siempre los ha distinguido, les vuelva a servir de guía para reconstruirse después de esta caótica sacudida.

7 comentarios:

  1. Me uno a tu rezo y a tu comentario tan acertado acerca de esa cultura, que pone el honor y la tradicion antes que todo. Sera interesante seguir las noticias para ver como se recuperan de esta tragedia, y ojala el resto del mundo ponga atencion, porque de seguro lo haran rapido y eficientemente, no crees?

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  2. ah y se me olvido, que bonita anecdota!!

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  3. "Gracias a Dios" que aún existe gente así, tal vez no todas niponas, pero es muy bueno encontrarlas.

    Además de su tragedia social-económica, la tragedia ecológica que no sólo les afecta a ellos, caray!!

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  4. Felicitaciones por la anécdota, pero sobre todo por tu Blog. Escribe más a menudo !!!! Exilio Inmóvil

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  5. Porque ya no publicas Chui???!! Te extrañamos MUCHO!!!
    Luis A.T.

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