"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



domingo, 29 de agosto de 2010

Narcisa, llegó la hora

La mezcla de culpa, baja autoestima, torpeza y pereza que han convivido por años en mi persona, han sido en parte las causas de mi constante problema de imagen. Dependiendo de las etapas que he atravesado en la vida mi look ha sido lastimero unas veces, grotesco otras, dejado en el mejor de los casos.

La ayuda externa para sacarme de este letargo de descuido de mi imagen, jamás ha faltado: Mi padre me regalaba peines, Ojos de Miel me rogaba que me peinara, mamá Lince me regalaba minifaldas; las monjas me mandaron a clases de peinado con estilistas de Jalisco, México, Monterrey, Italia y hasta Suiza… Tomé curso de cepillo y secadora uno, dos, tres, cuatro y cinco sin resultado alguno…

 Ciberdor me acompañó de compras mil veces tratando de inculcarme estilo; Vero de plano me seleccionaba la ropa; la Vikina me decía antes de salir a cualquier antro, qué me iba bien y qué no; Gandalla me consiguió una doble cinematográfica para que tomara ideas; Peter Pan y Ada me regalaban ropa sólo en colores que resaltaran mis ojos; mis mágicas amigas maquillistas ultrafemmas, a fuerza de tenacidad y paciencia, lograron cierta mejoría. Quien mejor contribuyó a la causa fue el original Shiu, que al ver mi falta de habilidad y disciplina, optó por conseguirme un gran estilista, que a fuerza de buen corte de pelo y color, me diera algo de estilo…

Anoche recordé con un amigo una anécdota de adolescencia que me hizo poner en perspectiva dos cosas que posiblemente se conviertan en la clave para llegar a mis 38 habiendo logrado por fin lucir atractiva.

La primera, que este mal hábito de descuido en lo que proyecto, se originó por un dolor muy hondo que me robaba el cariño por mi misma y dado que ese dolor ya ha desaparecido, no tengo por qué seguir cargando con su efecto.

La segunda, que una muy buena forma de darle importancia a las tareas cotidianas, es ritualizarlas. Ya lo había pensado cuando, leyendo a Casciari y su ritual de cebar mate al disponerse a escribir, me iluminó la mente a cerca de lo adorables que pueden volverse los detalles que uno aplica a al realizar las tareas que ama. Poner armonía entre lo mucho que he aprendido a disfrutar mi ser, mi vida y la imagen que proyecto, debe ser sin lugar a duda, el ritual más amado de los muchos que se dan cita en mi jornada diaria.

Al igual que cuando uno cocina, no es la cantidad de condimentos que se añaden lo que hace un buen plato, sino la armonía y el detalle al congregarlos. Una fritata de tomate, sin cebolla acitronada, preparada con todo el fuego y aceite de cármamo, puede parecer igual a una hecha con suficiente cebolla bien picada, a fuego lento y con aceite de olivo, pero al probarla, son dos mundos opuestos. Los ingredientes parecen casi los mismos, pero el detalle en el aceite y el proceso, convierten el resultado en algo  soso o algo delicioso.

Mientras trabajé en Cartier, disfruté mucho atendiendo a los clientes Japoneses que llegaban a la boutique. Eran sin lugar a dudas mis favoritos sobre todos y no porque compraran enormes sumas en joyas y relojes. Eran los mejores porque yo sabía que eran los que mayor cuidado pondrían en el uso de las creaciones que elegían para sí. Los habitantes de la isla del sol poniente, entendían perfectamente la diferencia entre una joya y un reloj de precisión todo terreno… por eso nunca los veías aparecer con los reclamos comunes de muchos otros clientes tales como:

- Señorita se me cayó mi reloj del buró y se le rompió el cabuchón de zafiro de la corona.

- ¡Oigame uste! Me gasté tres mil dolares en este reloj y a la primera andada en la moto se pringó todo el caucho blanco y ya no se quita

- Su mugre pluma mal hecha, la agarre con las manos llenas de maquillaje y ya se quedo marcada… tanto dinero para nada

- Será posible que compré este dije de oro ayer y ya se me rayó todo sólo porque lo combiné con uno de Diamantes… ¿Qué no se supone que es dieciocho kilates?

Había que tomar aire… Harto aire para no soltar la lengua diciendo lo que uno pensaba, de lo contrario nuestras no profesionales respuestas hubieran sido:

- Señor, los Zafiros no se dejan caer y menos los relojes Cartier que son joyas exquisitas para ser tratadas con cuidado. Si necesita una Hummer hecha reloj pa´ andar dando tumbos como le gusta, ¡vaya a por un Rolex viejo ignorante!

- El caucho blanco, es poroso señor… Aprenda a distinguir entre un diseño de apariencia deportiva y un reloj deportivo de verdad. ¡Por supuesto que no se le quita la mancha de barro del brazalete! ¡Que no ve que a uste no se le quita del cerebro… farol sin criterio!!!

- Las plumas Bic son resistentes al maquillaje y no saben fallar. Mejor ir a la segura en estas cosas no cree?

- El diamante es la piedra con mayor dureza señora, por eso es pa toda la vida…. El oro mientras más puro más blando. Además ¿quién le dijo que ese dije de diamantes se ve chulo encimado al de oro liso en una misma cadena? ¡Vieja piñata!

Pero no se espanten… jamás contestábamos sin tomar aire. Así que nuestras elegantísimas respuestas eran siempre:

- Lamento mucho su accidente Señor Jiménez… Debimos ser precisos en las especificaciones de cuidado de un reloj joya como éste, que tan bien refleja su elegancia. Permítame ayudarle para programar la reparación de su hermoso reloj, ya que como sabe, la garantía no aplica para accidentes externos. Siempre es un gusto saludarle- enorme sonrisa tierna para cerrar.

- Contamos con una espuma limpiadora para el brazalete de caucho blanco. Permítame aplicarla yo misma para limpiar su reloj. Esta diseñada especialmente para el mantenimiento de este material. En caso de no desaparecer, posiblemente el barro de la pista estaba mezclado con algún químico radioactivo. Ojalá tengamos suerte, de lo contrario el brazalete nuevo cuesta 600 usd – Cara de solidaria preocupación y espuma en la mano lista para operación simulada.

- ¡Que pena señora López! Ya hemos solicitado a la Casa Cartier que hagan las joyas en oro 14kt, que es menos valioso pero mucho más resistente a rayones. ¡Nunca nos hacen caso! Mientras tanto puedo programarle el pulido de su dije u ofrecerle un cambio por éste otro hermoso diseño, que ya tiene los diamantes engastados y cuesta el triple. ¡Se le vería divino!

El cliente japonés demandaba un servicio más largo a la hora de seleccionar la pieza, pues hasta no estar completamente convencido de que lucía adecuadamente, no finiquitaba la compra. Probaban sus plumas firmando parados, firmando sentados, sacándola del bolsillo en la orientación correcta; incluso se tomaban fotos para tener idea de cómo lucían manipulando sus piezas. Era gracioso seguir el ritual, pero te quedabas siempre tranquilo pues no recibirías reclamos insensatos más tarde por problemas por maltrato. Su cultura del honor se traspone al cuidado de todo lo que usan, que es considerado como extensión de sí mismos y reflejo de el legendario honor nipón.

Nada que pretenda ser bello, puede crearse con prisa. El tiempo y dedicación que se destinan a cada tarea marcan el amor y detalle con que las realizamos. Por lo tanto está claro, tendré que madrugar más para poder arreglarme con calma, estudiarme en el espejo y caminar sin prisa… ahora que ya me quiero, con suerte lo logro.



2 comentarios:

  1. Ay, sí, a veces no es suficiente con que una sepa que es bella. A veces los demás también lo quieren ver...

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  2. Muy bonito...y mira que en muchos aspectos me identifico mucho... esta entrada de blog me queda muy bien, me identifico bastante porque yo tambien en la adolescencia sufri bastante de una muy baja autoestima y la imagen que tenia de mi mismo no era precisamente la mejor (ya sabes un poco porque !! ) ...pero mira que pasan los anos...aprendemos cosas, entendemos mejor la vida y ahora me siento y creo que se refleja tambien mejor que nunca...creo estimada Chiu que somos como los buenos vinos ;)

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