"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



miércoles, 15 de junio de 2011

Pachita

Pachita se sentaba todas las tardes a la puerta de su jacal, a esperar que cayera la tarde con la vista clavada en el cielo. Su alma no conocía apuro, era agena a la insatisfacción y jamás entendió por que la gente que guardaba los autos en su lote, la consideraba pobre. Ella se sentía siempre muy contenta y con mucho de qué presumir. De su olla de peltre hacía salir guisos frescos y deliciosos, que todos deseaban probar; de su comal de lata enmohecida, sacaba suavísimas tortillas; entre los leños que hacían la pared de su jacal, tenía flores que honraban una colorida Virgencita de manto estrellado... y de su cabecita diminuta, pendían dos larguísimas trenzas plateadas, que engrosaba artísticamente con listones de estambre oscuro, recordando los hilos negro azabache que nutrían la trenza cuando era joven. A tan singular riqueza, se sumaba una silla de palos de pino con asiento de listas de yute, que era la que acercaba ca´día a la puerta del jacal, para presenciar la llegada del lucero de la noche.
Siempre en primera fila, siempre engalanada con su reboso de lana, siempre expectante y con la mirada brillante, Chonita disfrutaba cada caricia de la brisa vespertina, preludio del gran momento en que la luminosa estrella aparecía frente a sus ojos, casi en el marco de su puerta, casi abrazándola, muy seguramente iluminando su mirada dulcísima y su sonrisa satisfecha, por que la vieja Chona, una vez que salía su diamante nocturno, confirmaba su riqueza: Estaba viva y cada minuto del día se coronaba triunfante en aquél instante donde se encontraba su ser, con lo más alto del cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y tu, ¿qué cuentas?