"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



domingo, 19 de junio de 2011

Un Padre

Algún día, no recuerdo hace cuanto tiempo, escuché al actor Enrique Rocha decir, que la única condición que un ser humano debería imponerse a sí mismo para ser padre, era la de estar absolutamente satisfecho de ser él mismo. Decía que sólo cuando uno ha logrado ser feliz con lo que es y representa, puede conseguir ser un padre satisfecho con los hijos que procreará. Incluso se atrevía a insinuar, que ni siquiera era necesaria la convivencia fraterno- filial para ser un buen padre, bastaba con esa satisfacción profunda del ser, para dotar al hijo de los elementos suficientes para realizarse en la vida... Cuando lo escuché me pareció complejo, un tanto soberbio y un mucho egoísta... aunque presentía que de alguna forma tenía razón. Finalmente es una realidad, que el padre, no solo hoy sino a través de los siglos, no está muy presente en la educación de los hijos, salvo por muy contadas y afortunadas excepciones... Lo que sí es cierto, es que su aportación de vida, su gen, la semillita sembrada, se manifiestan en los hijos con fuerza absoluta. Cobra vida el "ser" del padre de mil distintas maneras, en todas las etapas de la vida del hijo y afortunados aquellos, que son fruto de un padre que ha sido fiel a sí mismo, que disfruta su escencia y se expande en la vida por el tiempo que le toque vivir.
Mi historia cuenta con un padre muy amoroso y muy presente. Un tipo dulce, al que todo mundo miraba con aprecio y que a la fecha, es recordado como un ser adorable. Recuerdo muy bien, que mi viejo tenía un amigo, de esos muy echados pa´lante. Un tipo recio, valiente y muy celoso de su territorio; de esos con los que nadie se mete y el que se atreve, sale revolcado. Muy hombre y  muy bravo era Don S... muy diferente a mi padre que era manso, retraído y carente de ambiciones terrestres. A mí me causaba gracia verlos de amigos, pues no sólo eran de carácter opuesto, sino que también vivían en circunstancias económicas y sociales muy distintas. Este hombrezón, siempre andaba en la cúpula, mientras mi padre disfrutaba flotar en valles solitarios... pero un año sí y otro también, siempre encontraban el momento para estar juntos. El día que enterré a mi padre lo tenía justo enfrente, del otro lado de la fosa que recibía su féretro. Cuando agradecí a los presentes su compañía, les dije más o menos lo mismo que he escrito en estas líneas:
- Despido a mi padre en paz, con la seguridad de que disfrutará en un Cielo, su nueva forma de existencia, por que fue un hombre amoroso, un dulcísimo padre y un tipo humilde, que dejó su huella en la vida de quienes compartieron su camino, distinguíéndose por ser un hombre bueno.
Todos los asistentes hicieron muestras de asentimiento a mis palabras, pero Don S. levantó la cabeza, me encontró la mirada y sonrío con los labios y con los ojos, cual era su estilo, sin que faltara el brillo pícaro de complicidad que distinguía siempre su mirada.
Aprovechando la fecha recuerdo y honro a mi dulcísimo padre, sin dejar de celebrar a todos los padres que heredan su orgullo a este mundo. A los padres que regalan semillas y se guardan la presencia; a los padres que proveen hogares y regalan esporádicas compañías cansadas; a los padres que sostienen mucho , sin dejar de acompañar en juegos y paseos; a los que son padre y madre, sacando a relucir toda la generosidad y ternura de su ser; a los que construyen grandes obras, dejando herencias prestigiadas y cuantiosas; a los dadores de talentos asombrosos y aquellos sencillísimos, que te regalan historias fantásticas cada noche y frescos paseos a la vereda de un río, como hizo siempre el mío... A los que se atreven a seguir dejando ecos de sí mismos en este mundo  ¡Muchas felicidades!


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