"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



viernes, 10 de junio de 2011

Menudería Amanda

Doña Amanda se ha parado con los brazos apoyados en jarra sobre sus caderas, mira intranquila hacia un lado y hacia el otro buscando con ansías algún borracho del pueblo que baje por el camino. La noche estuvo nublada y lluviosa, debe haber algún cliente aguardientoso, que le arranque el día de vendimia a la escualida cocinera de entrecejo rabioso.
Son ya las ocho de la mañana y sus mesas de manteles cuadrirojos plastificados siguen impecables, intactas, insultantes de tan ordenadas y limpias. En condiciones normales, para estas horas, ya deberían encontrarse todas salpicadas de oregano y salsa roja... De perdida con moronas de tortillas ensuciando la mesa y con las sillas mal metidas. No hoy, esta grisacea mañana avanza despiadada, sin que un sólo cliente ensucie la fonda, ni llene la latita de Amanda con billetes azules. Con que hubiera un billete, la menudera se daría por bien servida; en el pueblo los billetes azules alcanzan para comprar el desayuno de la familia entera, así que uno bastaría. Los minutos avanzan, los camiones pasan frente al letrero fosforescente que grita su nombre, las mujeres apuran el paso con canastos al brazo para alcanzar buen pan en el mercado...Todos pasan de largo, ninguno se detiene, ninguno es el borracho bendito que vaya a la puerta de Amanda, para sanar sus males de higado constipado... puros seres diurnos que se apresuran al encuentro de sus actividades laborales y desayunan yoghurt de botecito. Ningún crudito que se apiade de la desvelada cocinera.

Los motivos de su enojo sobrepasan la sola necesidad de billetes azules...preparar Menudo es un trabajo arduo en muchos sentidos, hay que llegar a tiempo con Don Cheto a la carnicería para escoger buena viscera, lavarla con esmero, cocerla por horas, apestar la casa toda con su hediondo aroma, padecer calor, desvelo y demañane, para que el sustancioso caldo esté hiriviendo y perfecto antes del amanecer. Limpiar el oregano y distribuirlo en pocitos de barro para cada mesa, preparar la masa para las tortillas y poner el fogón en el que han de cocerse a punto... Ni tiempo de cambiarse la ropa apestosa a panza de vaca, ni tiempo de arreglar el peinado apelmasado de tanto vapor recibido, ni tiempo de cocinar otro plato para los hijos, que del puro olor, ya están hartos del Menudo... Y ahora encima, ni un peso para comprar la comida. La escualida mujer tuerce los ojos hacia el cielo, intentando recordar si hay algún Santo Patrón de los borrachos a quién pueda rezarle para que encamine a sus subditos hacia su puerta... si tuviese algún estudio recordaría al dios Bacco, pero Amanda no sabe ni a oido de esas cosas, al único griego que conoce es al gato güero de su vecina Domitila, al que la muy presumida bautizó como "Grecco", que si no fuera por eso, no sabría ni que existen los griegos. Así que como no encuentra Santo a quien rezar, decide empezar a despotricar contra los fonderos de las orillas, que abren toda la noche y venden a deshoras Aporreadillo con frijoles.... ¡Mugres tramposos!  Si abren toda la noche, ¡cómo van a dejar borracho sin cura que le compre de mañana su Menudo!

Entre caviles de envidia se enredaba la fondera, cuando un olor se impuso al tufo a viscera cocida que la impregnaba, era el olor bendito que le alegraba la mañana, un dulce peste de sudor y aguardiente que despedía un borracho maltrecho y tambaleante. El anhelado visitante había llegado, el primer billete azul pronto adornaría su bote, así que suavizó el entrecejo, sonrío, lo acompaño a su mesa y hasta le acomodó la silla y la boca se le hizo grande, grande cuando por fin le dijo:

- Pásele joven, ¿qué le damos?







1 comentario:

Y tu, ¿qué cuentas?