"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



domingo, 25 de julio de 2010

EL LEGADO DEL CONVENTO

Aún no he reunido la madurez necesaria para entender por qué decidí ser monja y lo sostuve por ocho años. Buscando con mi psicóloga se nos han ocurrido muchas cosas, pero ninguna nos ha dejado del todo satisfechas.

Pudo ser la oportunidad de escapar de casa y del futuro incierto que se vislumbraba para mí, dada mi situación familiar. Quizás más bien fue la necesidad de pertenecer a un grupo y cobijarme en la seguridad colectiva tan constante y fiel en aquél grupo. Mis inquietudes idealistas por cambiar el mundo y marcar la diferencia, seguramente tuvieron qué ver. El natural espiritual de mi personalidad que encontró un ecco en el cuidado ambiente que creaba la congregación que me captó, también influyó. Roberta cree que fue un pretexto para viajar y conocer el mundo, posiblemente tenga razón... sólo Dios lo sabe.

Mi última directora espiritual, una psicóloga chilena que usaba a la par su mente y su fe en cada reunión, siempre me decía:
- Es raro tu caso. Indudablemente aquí hay un llamado clarísimo (con llamado se refieren a que sí hay intervención divina)- pero al mismo tiempo los años pasan y el don de la fe no te llega. A simple vista parece una contradicción, pero sólo el tiempo nos dirá cuál ha sido el propósito de tu estancia aquí estos años.

La buena PEZ como se llamaba mi guía, repitió este discurso en su mente por varios meses, los últimos meses de mi estancia en la congregación. Lo estudiaba con calma y cuidado; lo llevo a oración muchas veces. La razón por la que tomaba con tanto interés este punto, era porque la disciplina de la vida consagrada empezaba a hacerme daño, signo inéquivoco de que el viaje en medias y faldas tenía que terminar. Sólo había que estar seguras de qué era lo que más me convenía. A PEZ le asustaba tanto que pudiera dañar mi psicologia vivir una vida que no era para mí, como soltarme solita al mundo de repente, tras tantos años de invernadero. Su sincera dedicación por buscar mi camino real, es la razón por la cual siempre la recuerdo con cariño. Ahora está pasando una dura prueba pero sé que saldrá triunfante, pues para los que saben buscar, siempre se abren caminos.

Analizado con cuidado mi caso en ese entonces, las dos concluimos que la monjilez  no era lo mío y de algo servirían las lecciones aprendidas en aquellos muros. Fijamos la fecha de salida y antes de cumplirse, mi padre enfermó gravemente. Me montaron en un avión para que fuera a su lado y desde el momento que pise el hospital, se empezaron a revelar las razones por las que yo me había ausentado del mundo casi una década.

Contrario a lo que muchos pensarían, en la abadía moderna en que vivía, no aprendí a rezar, no memoricé las Sagradas Escrituras, no agendé días festivos y novenas, ni coleccioné Encíclicas Papales, rosarios y crucifijos. Y no es por que no me invitaran a hacerlo, ¡por supuesto que lo hacían!. Como en cualquier religión vivída a fondo, la programación neuroliguística incluía rezos, cantos, liturgias, rosarios, meditaciones guíadas, meditaciones silenciosas, lecturas bíblicas, retiros, encuentros, congresos, cursos, formas de hablar, citas que repetir a otros, testimonios que dar, almas que captar, evangelizaciones por ejecutar, símbolos que portar, etc, etc, etc...  (Era cansado, era cansado)

Sin embargo no fue nada de eso lo que guardé en mi alforja como alimento para el camino. Lo que sí guardé y me ha nutrido, fue el amor por la Vida con sus múltiples sabores, colores y fragancias; la esperanza en la prueba, que siempre trae hermosos regalos si logras resistirla; el hábito del trabajo, la eterna escuela que te pule, te crece y te premia; la gratitud como arma para abrirme paso adelante y la regla infalible de saber pedir ayuda, cuando se nubla la vista o me faltan las fuerzas. En pocas palabras la razón de mi incursión en la vida consagrada fue fortalecer mi cuerpo, mi mente y espíritu para enfrentar mi destino.

Estoy convencida que sin esos años de fogueo militar, enfrentar la muerte de mis padres me habría resultado el triple de pesado y doloroso.

A estas alturas de mi vida, debo confesar que no creo que ninguna religión transmita la verdad absoluta. De hecho no considero proporcional su buen impacto colectivo con la división, exclusión y fanatismo que pueden llegar a generar. Y al mismo tiempo sé, que sea cual sea la fe o ideología que uno profese, cuando lo haces con sinceridad y respeto a tí mismo, infaliblemente se traducirá en frutos de alegría y sabiduría para la propia vida.

El respeto a la libertad de mis hijas es la única promesa inquebrantable que pienso cumplir, pues sé por experiencia propia, que por muy loca que sea la excentricidad que uno elija vivir en las distinas etapas de la propia historia, mientras se haga con pasión y goce, será una experiencia edificante.





3 comentarios:

  1. Haber estado ahí es parte del ser "fluído", de adaptarse, pero se debe tener claro lo que se busca y desea, para no quedarse en el lugar equivocado. No había terminado de leer este post, cuando veo que ya escribiste otro :D

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  2. Muy interesante, gracias por compartir...y mira yo como le digo a mis hijos hay que aprender a respetar a los demas y sobre todo y eso es lo unico que quiero ensenarles y creo que con eso si logro que lo aprendan me sentire satisfecho..simplemente no le hagas a los demas lo que no te gustaria que te hagan a ti mismo y eso si lo aplicas a todo ves que es el principio mismo de cualquier religion...Saludos !

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  3. Fijate querida Chiu, mi mama tambien opinó alguna vez, que te fuiste al convento para viajar, conocer y aprender..., y mira, aparte de eso, te dio fortaleza, que gusto me da por ti, saludos¡

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