El amor me va haciendo la vida y me deja incapaz de expresarme. Pienso mucho y sin embargo, no aterrizan las palabras en mis dedos. Mi angustia empieza a fundirse en la serenidad y mis desvelos de remordimiento, clarean ya entre plegarias de misericordia. El perdón generoso, llega sin hacerse esperar. La sintonía afina los canales por los que me comunico y escucho cantar el agua. En medio del absoluto despojo, mi diminuto universo empieza a ordenarse, a ganar sentido en suave libertad. Estoy en la Fuente y la única máxima en la que he creído toda la vida, se reafirma gigantesca: El amor es infinito y siempre nos cobija.
Amamos siempre y para siempre y si alguna vez lastimamos a alguien en un arranque de pasión, el amor irremediablemente nos unirá de nuevo en el perdón. Perdón que pido, perdón que doy, perdón que recibo.
Y de acuerdo a mi deseo, todo se construye de cero, desde los cimientos, con sabia lentitud, en armonioso orden. Mi corazón unificado cobija a mis retoños; mi pecho se vuelve un lugar seguro, en el que ellas se cobijan y crecen... donde les toque estar en cada momento.
Amor Eterno C. Cenot |
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