"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



martes, 1 de junio de 2010

EL TATO

Mis padres habían decidido que no tendría mascotas, por aquello del moquillo, la rabia y los atropellos. ¡No se fueran a morir y me traumara!.  Yo no me opuse porque la idea de andar paseando perros en la madrugada, bañándolos y limpiando cacas tampoco me entusiasmaba mucho que digamos.



Vivimos en paz sin mascotas por trece años, hasta que un buen día decidí rebelarme.

En la secundaria tomé el hábito de pasar a casa de mi amiga Claudia después de clases. Claudia tenía un cuarto tapizado con posters de todos los chicos del momento:



John Bon Jovi te daba la bienvenida a la habitación enfundado en unos jeans bien ajustados, melena de león salvaje y una mirada sexy que te hacía gritar ¡Cómeme! (Cualquiera que fuera el significado de esa expresión).
De espaldas a él encontrabas al cara de Angel de Rob Lowe, con sus ojillos soñadores que te hacían recordar todas las escenas que no debiste ver en sus películas. ¡Ay nannnita!
Coronando la cabecera de la cama, reinaba Tom Cruise con su chaqueta de aviador, sus Ray Ban y la rubia tonta ésa abrazada de sus hombros, de la que pronto nos deshicimos reemplazando su cara por una foto de Clau en pose de vampiresa.



Todos esos posters de guapos creaban el ambiente adecuado  para disfrutar del verdadero tesoro escondido en esas cuatro paredes. Junto a la mesa de estudio, había un baúl de madera con tres capas. En la primera capa, la que veía la mamá de Clau al abrir la caja, había libretas de Hello Kitty, Calcomanias, plumas de colores, rasca hueles, Archies y demás chacharas inofensivas. En la segunda, más abajo, estaban todas las revistas "TU" publicadas en los últimos dos años, ordenadas cronológicamente e intactas (Claudia era sumamente ordenada). Y en la tercer capa, hasta el fondo, el objeto de mis deseos: Jazmines, Biancas y alguna que otra Julia por ahi bien escondida, bueno, más escondida que el resto.

Para los que no sepan de novelas baratas, esos son los títulos que se les dan a tres colecciones de novelas rosas para pubertas calenturientas. Jazmín, para principiantes, las que se elevan ante cualquier frase que diga: "Y entonces, la tomó entre sus brazos y la besó". Bianca , para chicas con capacidad de emociones más intensas, aquellas que tiemblan un poco ante la frase: "Tomándola casi por sorpresa, la apretó contra su pecho y recorrió con sus manos su perfecta anatomía". Y bueno,las Julias, el nivel más avanzado, digamos que explicaban con descripciones detalladas las partes de la "perfecta anatomía".

Con las contradicciones propias de nuestros trece años, tras devorar ferozmente nuestra novelita, con Madonna y su "Pappa don´t preach" como música de fondo, prendíamos el televisor y veíamos "Las Nuevas Aventuras de los Muppets Babies".

Claudia tenía dos gatitos preciosos, uno blanco y otro gris oxford. Una tarde, tras terminar nuestro ritual de "niña a mujer", salió al tema que ya no podía tener al gatito gris. Yo caché la oportunidad al vuelo y dije que podía adoptarlo. Lo metí a mi mochila y salí corriendo a casa con mi primer mascota.

Al abrir la puerta mi mamá se asomó a la calle para ver qué gato maullaba; entonces liberé al minino de mi mochila y lo dejé explorar el patio.  La mami pegó un grito cuando lo vio trepándose a sus azaleas y empezó a reirse de nervios. "Pero y si se muere, nos vamos a poner muy tristes"- me dijo en un tono que ya no convencía ni a ella misma.

El gatito tenía un pelo gris oscuro poco visto y los ojos amarillos como el ámbar. Era un macho cariñoso que se la pasaba restregándose por las piernas de mi mamá. La conquistó de inmediato y yo empecé a limpiar areneros de gato cada mañana. Lo llamamos "Tato".

El Tato sabía cómo alegrar la casa con sus piruetas, ronrroneos y graciosadas. Era un gato mimoso y muy juguetón. Además tenía un gusto exquisito para la comida. Años antes, yo había conocido a un perro hermosísimo al que le gustaba comer aguacates, su pelo era la envidia de cualquier quinceañera, brillante, sedoso y abundante. Una chulada de ánimal. Pero lo que descubrimos con Tato fue aún más sorprendente.

Una tarde mamá preparaba un delicioso pescado que adherezaba con aceitunas, abrió el frasco de "olivas" y sintió  al Tato ronrroneando a sus pies. Se le pasaba entre las piernas y se tiraba de pancita retorciéndose todo, con los ojos vidriosos de la emoción. Nos volteamos a ver con cara de extrañamiento y dijimos, ¿será?. Nos agachamos a darle la aceituna y el gatito la devoró entre ronrroneos, prácticamente orgasmeado de placer. Desde ese día, cada vez que el canijo se escapaba y andábamos buscándolo, bastaba con abrir un frasco de aceitunas, para que apareciera el animalito corriendo, en menos de media hora. Dice mi amigo MM que también le gustaba el Jamón Serrano, pero yo la verdad no me acuerdo. Mamá lo consentía tanto, que no me extraña que lo hayan visto  comiendo Jamón Serrano. Era el principito Tato.

Uño y medio más tarde yo me fuí de casa. Se me ocurrió volverme monja y dejé a Tato a cargo de alegrarle los ratos a papá y mamá. Cumplió muy bien la encomienda, aunque los tres pensaban que la fiesta era más divertida con cuatro en lugar de tres en esa casa.

1 comentario:

  1. Me encanta tu blog! Que linda historia del Tato...per mas que eso, hijole, que recuerdos me hiciste tener hoy...las Biancas escondidas debajo del colchon (jajaja, pura literatura buena! ya ni me acordaba de esas) "Papa don't preach" y rasca-hueles, fue como abrir un baul e inhalar un pedacito de mi etapa pubescente!

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