"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



lunes, 14 de junio de 2010

SOBREVOLANDO LA FUENTE

Me monté por fin en mi avioncito y apenas arriba, empecé de nuevo a tensarme. DjCarrusel se dió cuenta y generosamente decidió volar conmigo para evitar accidentes.
La Bella Pléyade y Ciberdor se elevaron cual mariposas y se fueron a revolotear por el jardín, admirando los colores de las flores, los matices de verde de cada rama de pasto... Jugando con la luz del sol a encontrar infinitas posibilidades de iluminación y reflejos... Se las oía reir y moverse buscando atrapar los rayos de luz que iban encontrando.
Mientras tanto, yo seguía con problemas para despegar... mis nervios se convirtieron en una masa aplastante de aire denso, que me impedía elevarme. Cada metro avanzado era seguido por una fuerte turbulencia, que amenazaba con echarme por tierra. Fue la infinita paciencia y pericia del buen DjCarrusel, la que logró que por fin alcanzara la altitud mínima requerida para hacer mi primer vuelo.
Empecé a planear y mis oídos se volvieron supersónicos. La música elegida por mi instructor proyectaba vida propia, de suerte que no sólo disfrutaba su vibración, sino que me nutría de  su energía, como si estuviera comiendo un exquisito manjar. Su onda se convertía en hermosos colores, que iluminaban mi vista y estallaban convirtiéndose en diminutas estrellas.

 Absorta en mi laberinto de ondas multicolor, no me había dado cuenta de que tenía los ojos cerrados y no planeaba. DJ me invitó a abrir los ojos y a planear un poco, asegurándome que el movimiento me daría posibilidad de descubrir aún más bellos paisajes y sensaciones. Pero yo no deseaba moverme más, en parte por que aún tenía un poco de miedo y en parte porque estaba disfrutando mucho la película proyectada, en el curso de vuelo que llevaba.

Mi copiloto sonrió ante mi testarudez y decidió dejarme hacer. Prendió un cigarrillo delgadito y me invitó una bocanada. Se mantuvo a mi lado, pero ya no lo escuché guiarme ni darme indicaciones.

Seguí flotando y entonces encontré una cueva enorme, que se elevaba junto al mar. Dirigí mi vuelo para meterme en ella. Era alta, obscura y profunda. Yo cortaba su negra neblina conforme avanzaba, sintiendo como me abrigaba su noche húmeda. En eso sentí que un viento me empujaba, acelerando mi vuelo y ahí la cueva dió paso a un cráter altísimo,  en el que la niebla era roja y amarilla. Pude ver una explanada circular, con una fuente de fuego en el centro marcando su eje. Figuras danzantes, empezaron a salir, todas  con siluetas familiares para mí: Una pareja de sombras parecida a mis padres, un flaco larguirucho semejante a mi marido, una guapa curvilinea muy igual a la exnovia de mi marido... Los danzantes se deslizaban por las paredes del cráter en torno al fuego, hasta reunirse todas frente a mí, fundiéndose unas con otras para dar volumen a una enorme cucaracha, que salió a paso lento, directo hacia mi,  dispuesta a envestirme.
Al ver al terrible bicho venir frente a mí, yo no sentí miedo alguno, me quede quieta observándolo a detalle: Sus ojos  tenían una mirada tan directa, que parecía estar furiosa; las antenas vibrantes bien orientadas, marcándole el camino; el caparazón brillantísimo, duro y de apariencia impenetrable...
El rudísimo bicho atravesó la fuente de fuego, sin que crujieran sus patas, y apuró el paso para atacarme de frente.

Permanecí inmóvil, sin siquiera cubrirme el rostro cuando se lanzó sobre mí. Justo en el momento que me creía atrapada entre sus asquerosas patillas rasposas, la cucaracha explotó fragmentándose en miles de cucarachitas de color púrpura, verde, azul, rosa y rojas, que invadieron velozmente todas las paredes del cráter.

Corrían ágilmente buscando la boca del cráter para salir. Lograron formar un camino por el que desfilaban una tras otra. Yo decidí seguirlas y ahí pude ver como se despeñaban por un río de lava que las arrastraba a todas lejos, lejísimos de mí.

Un aleteo llamó mi atención hacia arriba. Era un cupido travieso y gordinflón que me guiñó el ojo arrebatándome una sonrisa. Me invitó a seguirlo y desapareció en un click, pero se le voló una pluma de sus alas y adiviné su ruta. Me lancé tras él con mirada curiosa. El cupido gordinflón revoloteaba a placer, subiendo, bajando, girando en círculos y haciéndo vertiginosos descensos que acombañaba de sonoras carcajadas. Yo reía igual, tratando de llevarle el paso, hasta que lo ví detenerse flotando sobre una fuente de agua hcristalina de la que bebía... Logré darle alcance ahí mismo, también tenía sed y bebí con él. Empezó a salpicarme y entonces escuché la voz de DJ.

Estábamos ya tocando la pista de aterrizaje. Al bajar del avión me dí cuenta que pesaba menos, mi andar era ligero y tenía la cara tiesa de tanto sonreír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y tu, ¿qué cuentas?