"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



miércoles, 23 de junio de 2010

LOS ROSENDOS

¿Les ha pasado que, personas que se cruzan en tu vida, compartiendo una misma característica de personalidad o forma de relacionarse contigo, se llaman de la misma manera?
Una amiga por ejemplo, tuvo tres novios de nombre Enrique, que le dejaron muy mal sabor de boca. Desde entonces huye  de cualquier Enrique antes de dejarlo decir el apellido.
Conocí igual a otra que tuvo tres mejores amigas llamadas Marianas, una en primaria, otra en secundaria y la última en la prepa. Así que para ella ese nombre era buen augurio.
A mí me ha pasado con muchos nombres, pero el que mejor recuerdo me trae es el de Rosendo.

El conserge de mi primaria se llamaba Rosendo. Le recuerdo como un tipo amable, de franca sonrisa, que siempre nos ayudaba a dar cristiana sepultura a los pobres polluelos caídos del nido, al final de una tormenta. A los pies del alto Fresno que nos daba sombra en el patio frontal, teníamos un cementerio bien organizado de polluelos bautizados post mortem, todos ellos señalados con crucecitas hechas con ramas diminutas, caídas del mismo árbol. La señalización duraba poco a menos que Don Rosendo nos ayudara a anudar las cruces y clavarlas en la tierra. Le recuerdo alto, sonriente y jalando un tambo sobre ruedas en el que echaba las hojas secas y basura recogida con su escoba de ramas. Era un tipo paciente con el siempre podías contar e inspiraba confianza, pues parecía disfrutar su vida sencilla.

El segundo Rosendo era igualmente amable, sonriente y gozoso de su vida. Éste en lugar de escoba de ramas y carrito con tambo, tenía un carrito adaptado para centrar un bloque de hielo, muchas botellas con jarabes de frutas naturales; un raspador de hielo de aluminio, un sombrero arriero  y un poderosísimo brazo, capaz de raspar más de cien vasos de hielo en hora y media. Los raspados de Don Rosendo eran tan buenos, que si no te apurabas para estar a en su esquina a la una en punto, te quedabas como mucho, con medio raspado sabor "Nadie quiso de este", y al precio de uno doble. Mi mamá decía que tenía las manos negras de lavar y picar fruta. Rosina en cambio, decía que estaban negras de mugre. Yo le creo más mamá porque nunca vi que saliera agua negra cuando tocaba el hielo con sus manos negras, aunque movía tan rápido la mano para raspar el hielo, que te hipnotizabas, y ve tu a saber.
Disfrutar las delicias de Don Rosendo, requería de puntualidad, tiempo y paciencia. Cualidades que yo poseía a no ser por la paciencia, que nunca ha sido mí fuerte. Mi raspado fue muchas veces sabor "Nadie quiso de este", mientras los más aplicados saboreaban sus delicias de Changunga, Mamey, Zarzamora, Zapote ó Guanabana. Es por eso que, recuerdo de sus ricos jarabes de frutas, no tengo muchos, pero de su potente brazo y sonrisa, sí.

El último Rosendo es por mucho el más cercano a mi vida, porque es el marido de la nana de mis hijas. Rosendo El Cancunense, lleva shorts, chanclas estilo Pata de Gallo y una melena a la Buki, que nadie ha podido arrebatarle. Se mueve en una rápida Italika Amarilla, que hace volar si alguna de mis hijas necesita algo y yo no estoy para solucionarlo. El es un muy especial jefe de mantenimiento familiar, capacitado para pintar con brocha gorda, cambiar focos, arreglar tuberías, echar a andar coches o hacer filas nocturnas cuando no podemos escapar de un trámite engorroso.
Siempre está dispuesto, es amable, rápido y honesto. Pero no es por eso que lo queremos.... Rosendo El Cancunense, tiene un secreto culinario, que lo convierte en nuestro muy querido "Rosendito": Hace los Hot-Cakes más esponjositos y redondamente perfectos que hayas probado en tu vida.
Por esta razón, cada vez que una Italika pasa por la calle, mis hijas se asoman corriendo a la ventana para ver si es la de Rosendo y no tienen empacho en gritarle, a voz en cuello: "Rosendo, Rosendiz, Rosendito....¿vienes preparar joqueiks?"

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