"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



lunes, 7 de junio de 2010

EL LINCE

Existen personas que comparten tu entorno por años, permaneciendo aún como absolutos extraños. La convivencia pasiva, sin embargo, tiene su encanto si eres buen observador.
En éstos términos conocí a un Lince, cuya habilidad para determinar sus metas y conquistarlas, no ha dejado de sorprenderme.
Durante los primeros años de convivencia pasiva, éste personaje no era más que un compañero de escuela, algunos años menor que yo. Llamó mi atención por su extraordinario parecido con su madre, eran a simple vista como dos gotas de agua. Más tarde, cuando pude conocerlos un poco más de cerca, me di cuenta de que eran muy distintos uno del otro.
El Lince era un chico espigado, con tipo flaco corrioso, del que no te gustaría recibir un golpe.
Cuidadoso al detalle de su imagen y sus cosas, sólo se involucraba en tareas y relaciones que reflejaran la excelencia de su imagen. Nació con ese don, que pocos tienen, de saber desde muy chico qué quería y cómo conseguirlo.
Su aparente sobrada determinación, le daba ese inconfundible aire petulante, con que todos los que lo conociamos de lejos, lo distinguíamos.
Lo asumíamos creído, pero no payaso. Existe un mundo de diferencia entre un payaso mamón y un che-mamón. El payaso mamón causa lástima.... el che-mamón causa envidia, porque presume de lo que sí tiene, no de lo que dice tener.
La diferencia me la enseñó la mami, cuando el Lince y su familia se convirtieron en nuestros vecinos. Su llegada entusiasmo a la mami porque Mamá Lince le caía muy bien y la hermana Lince simplemente le encantaba.
Además Dorita, con su particular estilo, creía que observar de cerca a aquel niñito tan "guapo, ordenado y aplicado", cita textual, podría darme alguna idea a mí tan desgarbada, desastroza y floja...
El experimento de la mami fracasó, porque aprender por osmosis las cualidades de un chico extraño, no era lo mío. Sin embargo tuve que reconocer, que lo que la mami veía en él era cierto.
Una tarde Mamá Lince me invitó a su casa a probar su legendario Mousse de chocolate. Había reservado una copa especialmente para mí. Sólo estabamos en la casa Mamá Lince, hermana Lince y yo. Papá Lince trabajaba y El Lince estaba en la práctica de fut. Con la cara de niña traviesa que ponía Mamá Lince cuando quería hacer alguna de sus inocentes travesuras me dijo:
- ¿Quieres ver el cuarto de mi hijo, para que veas lo limpio y ordenado que es?
Invitación tramada anteriormente en complicidad con "Dorita" que ya no aguantaba los nidos de rata que yo armaba en mi cuarto, a fuerza de amontonar cosas...
Como yo no sabía decir que no, pues dije que sí, más por temor a disgustar a Mamá Lince que por curiosidad. Sospechaba las negras intenciones de la mami y ya estaba planeando como llegar a desordenar todo más, pa' que dejara de andarme comparando.
-  Sólo nos asomamos- me djo- No hay que entrar porque si movemos algo se da cuenta.
Sentí un gran alivio cuando la escuché decir eso y corriendo de puntitas nos fuimos a somar a la recámara del Lince. Paradas en el marco de la puerta, Mamá Lince me empezó a describir cómo y porque, su hermoso retoño disponía de su espacio de la manera que lo hacía. Yo estaba tan nerviosa, que vi sin mirar y escuché sin oir los detalles que me daban. Sólo recuerdo que olía a limpio y que había un balón de fut impecable en una esquina.
Después de aquella terrible invasión a la intimidad del vecino desconocido, nunca pude sostenerle la mirada. Quizá si hubiera sido mi amigo, no me hubiera agobiado tanto andarme metiendo en sus cosas. Pero no lo éramos, tan sólo compartíamos escuela, vecindario y un par de madres confabuladoras. Moría de la vergüenza cuando me lo cruzaba.
Dejé de verle por ocho años, mientras estuve en el convento, pero las noticias de sus logros, seguían llegando a mis oídos por boca de la mami, que mantenía su amistad con Mamá Lince.
Cuando la mami enfermó estuvo internada en Morelia y la nueva casa de Mamá Lince estaba ahí. Acogedora y servicial, como siempre había sido, me llevó a su casa una tarde para que comiera y descansara un rato.
Ninguno de los hijos linces estaban ya con ella, hermana Lince estaba estudiando francés en las Europas y El Lince ya era un brillantísimo chico Tec Capitalino. Recuerdo haber visto su foto en una mesilla de la sala, regalando una amplia sonrisa de satisfacción.
Cuando me regresé al DF, tras enterrar a la mami, Mamá Lince le llamó y le comentó que estaba sóla en la ciudad. No sé qué le habrá dicho, pero me lo imagino:
- Mira la Chiu tan jovencita, ya se quedó huerfanita y no ha de tener amigos en la ciudad. Acuérdate que estuvo de monja ocho años. Todo esto es nuevo para ella. Deberías ver las faldas larguísimas que se pone. Yo ya le dije que se compre al menos una minifalda negra y camine sin esconder la cara, para que la miren los muchachos. ¿Pero es tan tímida la pobre muñequita....!
Mamá Lince hablaba mucho y de prisa, ahogando la risa después de cada dos frases. Lo habrá convencido ó al menos le habrá despertado la curiosidad. Así que nos vimos unas cuatro veces para tomarnos un par de tragos y ponernos al día.
Descubrimos que el gusto por los viajes era nuestro tema común y gastamos horas muy amenas evocando países lejanos visitados o por visitar.
La última vez que lo ví, había regresado de un viaje a Egipto, Grecia y Francia. Le pedí que me enseñara las fotos y llevó dos pesadísimos albumes a mi apartamento. Yo vivía en un departamento vacío en Barranca del Muerto, así que nos sentamos en el piso y empezó a narrarme con fotos su recorrido. Fue un gran detalle de su parte, pues a causa de su incursión en deportes extremos, tenía lastimado el coxis y después de veinte minutos en el piso, se encontraba muy incómodo
Cerró el álbum tras la última hoja y yo le pregunté, cuál era su próximo viaje. Entonces me contestó algo más o menos así:
- Mi próximo viaje  es para empezar un Post-Grado de Finanzas en Londres. Estoy esperando la confirmación de mi admisión. La idea es conseguir trabajo como finaciero en una transnacional, con base en Londres.
Lo dijo con tanta naturalidad, que hasta parecía ingenuo. Tras mis cuatro años de estancia en Roma, sabía que era muy complicado para un Latinoamericano conseguir una plaza en Europa, más aún como recién egresado. Puse mi cara de  "dudo que lo logres", más no me atreví a comentárselo porque podía palpar su  certeza en conseguirlo.
El aviso de admisión llegó y el Lince se fué no sin antes mandar un mail a todos sus contactos, en el que nos pedía no saturar su bandeja con cadenas. Solicitud propia de su enfocadísimo carácter, negado tajante a perder el tiempo en estupideces. 
Esta Chiu por su parte, siguió disfrutando de las mil formas fabulosas de perder el tiempo que encontró a su paso, a falta de una meta definida y de capacidad para plantearse cómos. Y ahí turisteando, le perdí la pista al Lince por completo.
Una tarde hace un par de años, estaba haciéndo un noséque muy divertido con una compañera del trabajo, cuando le cayó en su bandeja de entrada uno de esos mails que mandan a los Exatecs. Cuando lo abrió ví que había un recuadro dedicado a los logros de algunos egresados y justo en la esquina superior derecha ví su nombre: "Lince Unicco Pulcro- Auditor Financiero. La Gran Torta Londres".
Dada como soy a las alucinaciones baratas, me acerqué a la pantalla y le pedí a mi compañera que desplegara el recuadro para ver si había algún otro dato, con el cual confirmar que hablaban del mismo Lince que yo conocía.
No cupo mucha duda tras un par de datos más, ya de por sí era difícil que alguien tuviera exactamente los mismos apellidos, sobretodo Unicco con doble cc.
A la velocidad ultrasónica de mi capacidad de chisme, copié el mail que ahí figuraba y le mandé un saludo, que para mi sorpresa contestó tras algunos días.
En sus líneas confirmé, que aquél plan que me platicó, aguantándose el dolor de espalda una tarde hacía siete años en mi depa de Barranca, había sido ejecutado al detalle, con sobrado éxito.
Tenía a Sofía jugueteando con su caja de Leggos y a Paula prendida de mi pecho. Se asomaba ya la estrella vespertina, y a la usanza de Doña Chonita, mi vieja nana, pedí un deseo:

- "Qué mis hijas sepan siempre qué y cómo pa que vayan por la vida regalando sonrisas satisfechas, como la de éste canijo"

Y cerré mi laptop...



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