"La vida es demasiado fabulosa, para ser fabulada"
Dominique La Pierre



lunes, 28 de junio de 2010

LUCERO SONICO

Nadie sabe las razones por las que, de repente, las circunstancias de la vida llevan a algunas personas a echar raíces en lugares que les son ajenos o les quedan chicos. Lo cierto es, que pasa más veces de las que uno pudiera esperar. A Lucero Sónico le pasó y yo siempre creí que no lo resistiría, hubiera apostado mi mano derecha, a que la rubia supersónica de mirada inquisitiva, no duraba más de cinco años en aquél lugarcito pintoresco al que había ido a parar. Menos mal que no formalicé la apuesta, porque ahora estaría manca. Subestimé la fortaleza de Lucero y sobre todo su capacidad creativa.
Era cierto que nuestra chica del futuro de repente se sentía ahogar en su pequeña ciudad; a menudo era señalada e incomprendida; por eso al caer la tarde, cuando había terminado con gran esmero y perfección, sus labores del día, se sentaba sola en su terraza y buscaba compañía en la luz de las estrellas.  Esas estrellas tan amadas de las que había sido desterrada por un golpe del destino.
Fue un día al despuntar la aurora, cuando se le asignó su misión, la pusieron en una cápsula espacial con destino a la pequeña ciudad en que debía ejecutarla, sin más arma que ser ella, un Pura Sangre que la esperaría en tierra y un par de Estrellitas que le dejaron llevar en los bolsillos.  Quienes consideraron que, esos recursos eran más que suficientes, hicieron bien, pues Lucero supo completar con éxito la tarea encomendada, con la maestría y originalidad de un artista de jazz.
La cretiva Supersónica tenía la encomienda de hacer crecer al par de Estrellitas que llevaba en los bolsillos, hasta sacar de ellas un brillo fulgurante, distinto de cualquier otro en el firmamento. Como las Estrellitas debían crecer y madurar en tierra, la guía del Pura Sangre, experto en los secretos de aquel terruño, sería elemento clave para cumplir la encomienda.  La unión de la sagacidad fugaz de Lucero y la sabiduria terrestre de Pura Sangre, dió como resultado un equipo invencible, cuyo trabajo en conjunto, dió el fruto esperado: Las Estrellitas encomendadas crecieron fuertes, relucientes y destelleantes, regalando un fulgor especial, imposible de confundir con el fuego de las estrellas vecinas.
Una tarde Lucero y Pura Sangre sintieron temblar la tierra, sin previo aviso una de sus Estrellitas, les fue arrebatada y lanzada a un lugar remoto de la galaxia. Nadie bajó a darles explicaciones sobre la intempestiva decisión, tardaron meses en enseñarles, cuál rincón de la bóveda había sido destinado para que su Estrellita alumbrara, poniendo con esta espera a prueba de fuego su fortaleza y cordura.
El dolor y la confusión durante todo el proceso, era agobiador, incluso para los que lo atestiguaban de fuera. La gran mayoría pensó que Lucero se quebraría para siempre y Pura Sangre no volvería a correr a galope. Ni qué decir de la segunda Estrellita, que sentía perder su brillo por la impotencia y la rabia.
El asombro fue enorme cuando, pasados algunos meses, Lucero apareció entera, cubierta por un manto de estrellas doradas. Se le vió avanzar por las calles de su pintoresca ciudad regalando unas estrellas que llevaba bajo el manto. Una amiga, de aquellas que también miraban al cielo, se le acercó a preguntarle.
- ¿Por qué regalas estrellas si te han quitado una de las que tú más querías?
Lucero entonces le respondió:
-  Por que yo sé lo que es que te arrebaten la luz y no deseo que nadie sufra sus noches oscuras sin compañía. Estas estrellas que regalo, no son reemplazos, son compañía.
Como pasaba a menudo con lo que Lucero decía, su amiga no pudo comprender del todo la frase, pero no le preocupó. Los años al lado de la Supersónica le habían enseñado que, todo lo que salía de su boca, tarde o temprano cobraba sentido.
Pura Sangre y la segunda Estrellita, también se cubrieron con un manto similar. A simple vista no era más que una capa verde con estrellas bordadas en hilo dorado, pero si te acercabas lo sufiente como para tocarlo, entonces te dabas cuenta que era una suerte de escudo, duro y flexible a la vez, bañado de un finísimo polvo de luna, que al ser tocado por los rayos del sol, lanzaba y recibía mensajes sónicos. Los mensajes con los que Lucero, Pura Sangre y Estrellita ahora se comunicaban con la Estrella mayor, que brillaba majestuosa en su rincón de Galaxia destinado.


2 comentarios:

  1. triste y bello. Se lo que es ser padre, pero no se lo que es perder un hijo. Mi mas profunda admiracion a los que se superan en algo tan doloroso.

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